Sunday, February 20, 2011

Ronrisas

Mis dientes están completamente ásperos. El cielo de mi boca es una lija que raspa mi lengua cada vez que se rozan. Mi garganta tiene un sabor peor que desagradable. Cuando entreabro los labios siento que no tengo ni una sola gota de saliva en mi boca.

Las lagañas no me dejan abrir los ojos completamente. El sol me quema, me hace sudar y un hedor extraño brota de mis poros, me da destellos de las últimas horas, me da náuseas. A mi lado está un extraño, su situación puede que sea igual o peor a la mía. Él maneja, no me importa a dónde me lleva.

“¿Dios qué es esto?” Pienso, y el extraño responde “Deja el drama. Todo esto es tu culpa”. Supongo que pensé en voz alta. Me mira de arriba abajo. Mis medias de nailon negras están completamente rotas. Mi vestido era blanco, ahora es un festín de ocres, grises y negros. El maquillaje oscuro que en un momento adornó mi cara, ahora la hace parecer una pintura surrealista; en vez de derretirse un reloj, se derriten mis ojos y mi boca parece la de un trágico payaso.
Cuando el extraño recorre mi imagen me dice “Eso de que las mujeres son lindas cuando despiertan en la mañana, no va contigo”. A pesar de mi estado de desidia y resaca, me toma por sorpresa. “Idiota!”. El extraño ríe. Yo volteo hacia la ventana para esconder mi sonrisa.

Llegamos a una especie de desierto. La arena hierve entre los dedos de mis pies, el sol no cede. El extraño arroja unas cholas cerca de mí. Las veo, lo veo. Una desquiciada enérgica empieza a correr en nuestra dirección. Es fresita en ácido, no la soporto. Por alguna razón sabe mi nombre. El extraño la saluda sonriendo y me doy cuenta de que lo conozco. No sólo eso, lo amo.

La resaca de anoche es más grande que la del mar que se abre ante mí. Ah sí, no era un desierto; mi cuello no daba para más así que vi apenas 13 metros cuadrados de arena a mi alrededor. Al erguirme un poco más vería el agua salitrada, más agradable que fresita, más atractiva que mi extraño.

-Dónde está tu traje baño? Y el protector? Cuidado con esas piedras!!
-Métete en ropa, naranjita!
-Que no me digas así, coño!

Eso fue lo último que escuché antes de lanzarme al agua en mi vestido y golpearme con las benditas piedras que el extraño advirtió.

Par de horas más tarde, estaba acostada con un ron en la mano y escuchando el charrasqueo de una guitarra, un charrasqueo que ya hace mucho me había enamorado, y que hoy volvía a hacerlo en las manos de ese extraño.

................... CONTINUARÁ ....................

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